Caelum Albus

Un lugar donde ver, pensar, reflexionar, compartir, y sobre todo, creer...

miércoles, 8 de enero de 2014

Creencias


¿Creer o no creer...?


A veces en la vida nos cuestionamos nuestras propias creencias, esas que se van formando a partir de grandes cantidades de información, experiencias y formas de pensar particulares. En algunos momentos ocurren grandes cambios que nos estresan, nos dan miedo y llegan a instalarse en lo más profundo de nosotros.


Uno de esos cambios le ocurrió a nuestro protagonista, un chico que en con 16 años cumplidos hacía poco recibió una noticia excepcional y dura: el accidente de su hermano mayor. Hablando con nuestro narrador, éste nos refiere una gran cantidad de detalles sobre el día de la noticia, recuerda perfectamente la hora en que le avisaron del suceso, qué estaba haciendo, dónde y al lado de qué persona se encontraba. Es tremendamente curioso el hecho de que nuestra memoria, tan poderosa en general pero frágil con hechos como qué ropa llevabas puesta el pasado 26 de Noviembre, haya podido retener tal cantidad de datos. Es lógico que nos contestemos que la razón de recordar tan bien ese día sea el impacto, las emociones tan intensas que nuestro protagonista sintió inesperadamente.


Lo siguiente que me comenta es algo paradójico: todo le parecía que ocurría más rápido de lo normal, mientras que al ser capaz de contarnos tantos detalles puede parecernos que en ese momento todo ocurriera a cámara lenta. Esto podemos verlos de la siguiente forma: nuestro cerebro, en una situación estresante como aquella, centra todos sus recursos en obtener la máxima cantidad de información posible para poder responder de forma rápida y eficaz, y es por eso que se almacenen en memoria tantos detalles, tan vívidos y reales. Además, se ponen en marcha muchos mecanismos que nos permiten actuar de la forma que necesitemos y es por eso que nuestros músculos se tensan y somos capaces de hacer cosas que en otras situaciones más relajadas ni se nos ocurrirían.


Toda esta visión de la situación se puede extraer desde fuera y sin estar implicados, pero imaginad: ¿qué podría pasar por nuestra cabeza cuando recibimos la noticia de que nuestro hermano ha tenido un grave accidente y está en urgencias? Es sin duda algo inexplicable y difícil de tratar...





Al preguntarle por la situación, nuestro protagonista nos cuenta que se encontraba realmente alterado, como activado y cargado de energía, y también con un nudo en el estómago casi palpable. No es de extrañar esa sensación de malestar, de que nuestro mundo en el que tan seguros podemos sentirnos está cambiando y puede perder parte de su estructura. Existe la posibilidad de perder a un ser querido, y eso duele mucho.

Lo siguiente que me refiere es que llegan al hospital y recibe muchas noticias en muy poco tiempo. Se siente desorientado, sin saber muy bien qué ocurre y bastante peor de lo que se encontraba porque ve a otros seres queridos muy afectados por la noticia. Intenta calmarse y calmar a los otros, pero ve reacciones nuevas en ellos, un dolor muy profundo y expresivo, que le asusta realmente y se desanima aún más.


Lo que hace a continuación es pensar en distraerse con algo. No soporta las horas de malestar que ya han pasado, con las únicas pausas para sonreír ligeramente por algún comentario que hace su entorno intentando animarle. Pronto todos piensan que necesitarán algo más que desesperación para esperar nuevas noticias y deciden buscar algo que comer y beber. En este contexto todo parece un poco más alegre, incluso hay sitio para preguntas y pequeñas conservaciones que salen del triste hecho que había ocurrido esa tarde. El protagonista agradece ese respiro y se siente algo mejor, pero asegura que en ningún momento bien.  


A continuación se cierra la noche y se vuelve a la que rutina que se ha venido formando desde hacía varias horas. Algunos adultos fuman y conversan, otros tantos se sientan y descansan. El protagonista acompaña a su prima a comprar una revista para que pueda pasar el tiempo. En ese momento llegan unos familiares cercanos a su hermano, su expresión es realmente desalentadora... El protagonista siente una gran presión en su cabeza y se espera lo peor, pero éstos cuentan las novedades, menos trágicas aunque pesimistas igualmente. 


Pasado ese momento tan delicado queda otra espera, más larga que las anteriores porque de nuevo ocurrió algo que impactó al chico y le hizo cuestionarse su manera de pensar. Su padre, al que había acompañado a dar un paseo para despejarse en la larga noche, había roto a llorar delante de él mientras se sentaba en una acera. Su llanto era descontrolado, como el de un niño que ha perdido un juguete que le gusta mucho, como el de un adolescente que ha roto su relación con su pareja o lógicamente como un padre que contempla y ve probable perder a su hijo. Entonces nuestro protagonista se vio realmente en la situación en que se encontraba, con una crudeza que aún a día de hoy recuerda. Si su padre estaba de ese modo debía ser porque realmente ocurría algo excepcional y excepcional era su reacción. 


Entonces él intentó consolarle y con ello consolarse a sí mismo pero no daba resultados, y se dejó llevar por la emoción y lloró junto a él. Así pasaron ambos los minutos, más cerca que nunca, en distancia, en intimidad, en dolor y en emoción desbordada. Comenta nuestro protagonista que tal vez haya sido esa ocasión la única, y que lo agradece profundamente. 


Pasó más tiempo del que nuestro protagonista puede recordar. Tal vez 15, 20 o 30 minutos allí sentados ambos. Y entonces su padre comenzó a hablar pero no a él. 


Trataba de comunicarse con Dios. 


Nuestro protagonista relata esta parte con una gran solemnidad, detallando cada matiz que tan solo podría expresarse trasladándonos a esa situación. Cuenta que, desde su desesperación y con la voz afectada por su llanto su padre comenzó a hablar: 


-Dios mio, yo sé que estás ahí. Yo creo en ti porque a veces he tenido pruebas tuyas y sé que mis padres están ahí arriba contigo. No puedes quitarme a mi hijo. Es mi hijo y no puedes llevártelo. Llévate todo lo que tengo, incluso puedes llevarme a mí, pero a él no te lo lleves. Por favor, por favor no te lo lleves... 


Sonaba a pacto, a propuesta, a grito desesperado de un padre que no tiene nada que perder y todo que ganar: salvar la vida de su hijo con su fe, si ésta puede servir. 


Cuando su padre se calló, nuestro protagonista trató de hablar con él y decirle que se tranquilizara y que se fueran con los demás. 


Nuestro protagonista era un chico de 16 años que estudiaba en un instituto muy acogedor y quería ser profesor de inglés. 


Él no creía en Dios. Había estudiado, leído, oído y reflexionado. No creía en Dios. 


La familia de nuestro protagonista había tenido un pasado próspero y en aquel momento estaban en un punto de inflexión. En los años siguientes perdieron una casa que poseían a causa de las deudas, las cuales aumentaron porque el padre no encontraba trabajo y su empresa también había quebrado. También tuvieron otras desgracias económicas y problemas relacionados con esto. Podría decirse que su nivel de vida bajó mucho. 


El hermano de nuestro protagonista tenía diversos problemas a causa de un accidente en el que se había golpeado la cabeza contra una pared. Los médicos no eran nada optimistas y de hecho daban pocas esperanzas a su supervivencia y a su buena recuperación. Esto provocaba la desesperación total de todos los familires y del entorno. 


Se recuperó en unas dos semanas y en otras dos más obtuvo el alta por parte del hospital. Los médicos no daban crédito al progreso, decían que tendría que hacerse numerosas pruebas para valorar los posibles daños a medio y largo plazo... 


No tuvo secuelas y a día de hoy sigue estando perfectamente. 


Toda su familia quedó afectada por la situación pero también aliviada por la recuperación tan rápida e inesperada. Además, algunos miembros de la familia tuvieron algunos problemas para volver a su rutina normal, para tratar el tema y afrontarlo... Había sido una experiencia muy dolorosa, la más dura para muchos de ellos.


Por último quería decir que ninguno de estos datos es inventado. No pretendo argumentar nada a nadie ni busco que nadie crea o no en Dios. Busco con esta historia contar la experiencia de nuestro protagonista para poder analizar de nuevo la información que tengo y que muchas veces me hace pensar que Dios existe y que oyó una voz desesperada y que de alguna manera ayudó. Busco que penséis en vuestra vida y en vuestras creencias y que os preguntéis por ellas, de dónde vienen y si podrían cambiar. 


Escribir me ha hecho volver a sentir emociones y a poder dar una forma un poco diferente a mi historia. 


Yo soy el protagonista de esta historia. 


Quería compartir esta experiencia, revivir viejos hechos y emociones para poder actualizarlas, renovarlas, mirar al pasado y sonreir por el mejor presente, agradecer a la suerte, o a la ciencia, o a Dios, por parte de la ayuda en la misión de salvar a mi hermano. 




Muchas gracias por vuestro tiempo.


Sergio